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Herpes zóster

El herpes zóster es una enfermedad causada por la reactivación del virus de la varicela zóster en el organismo, acompañada de erupciones dolorosas en un lado del cuerpo (tronco, cuello, cara).

Causas

La varicela y el herpes zóster están causados por el mismo virus: la varicela zóster (virus del herpes humano de tipo 3). Después de que una persona haya tenido varicela, el virus permanece en su cuerpo para siempre y pasa a una forma latente (oculta). Su presencia no suele ser peligrosa, pero a veces se reactiva, se propaga con el torrente sanguíneo y afecta a grupos de células nerviosas de los nervios espinales o craneales y a la piel.
Estar cerca de una persona que tiene herpes zóster es peligroso para quienes no son inmunes a la varicela (no la han padecido) y para las personas inmunodeprimidas. La transmisión de la varicela zóster se produce por contacto directo con las erupciones (líquido de las ampollas). Como resultado de la infección por el virus, la persona contactada desarrolla varicela, no herpes zóster. Una persona con herpes zóster es contagiosa hasta que las ampollas se secan y se forman costras.
Cualquier persona que haya tenido «varicela» corre el riesgo de desarrollar herpes zóster. Según las estadísticas, uno de cada tres adultos se enfrenta a esta enfermedad. El riesgo aumenta con la edad, siendo más frecuente la enfermedad en personas mayores de 50 años. El riesgo es aún mayor en caso de inmunodeficiencia: personas con VIH/SIDA, cáncer, en tratamiento oncológico, que toman fármacos inmunosupresores (por ejemplo, tras un trasplante de órganos) o esteroides (a largo plazo), que padecen infecciones crónicas o que sufren estrés con frecuencia.
La mayoría de las personas predispuestas a desarrollar herpes zóster sólo experimentarán la reactivación del virus una vez en su vida. Sin embargo, sigue existiendo el riesgo de enfermar más de una vez.
Las complicaciones del herpes zóster son

  • neuralgia posherpética – el dolor persiste mucho después de que las ampollas hayan cicatrizado y afecta gravemente a la calidad de vida de la persona, causando depresión, insomnio y pérdida de peso;
  • complicaciones oftalmológicas – reducción de la agudeza visual hasta su pérdida a largo plazo, debido al desarrollo de queratitis, uveítis, glaucoma, cataratas, retinitis;
  • trastornos y enfermedades neurológicas (trastornos de la audición y el equilibrio, paresia del nervio facial, encefalitis)
  • infecciones bacterianas de la piel (en ausencia de un tratamiento adecuado del herpes zóster).

Síntomas

  • Dolor, picor, quemazón, hormigueo en una zona de la piel donde aparecerá una erupción unos días después;
  • Erupción (ampollas) en forma de banda alrededor del lado izquierdo o derecho del cuerpo, en algunos casos en un lado de la cara;
  • erupción por todo el cuerpo, similar a la varicela (poco frecuente en personas inmunodeprimidas)
  • Fiebre;
  • escalofríos;
  • dolor de cabeza;
  • Malestar general;
  • trastornos digestivos;
  • marcado edema palpebral, inyección de vasos superficiales de la conjuntiva, epiesclera, edema corneal, fotofobia (cuando la erupción aparece en la cara).

La erupción suele remitir a los 7-10 días de su aparición y desaparece por completo en 2-4 semanas.

Diagnóstico

El diagnóstico se basa en el interrogatorio del paciente sobre los síntomas, la revisión de la historia clínica y la inspección visual. En algunos casos, se realiza un raspado de la piel o se recoge líquido de las ampollas para examinarlo en el laboratorio.

Tratamiento del herpes zóster

No existe cura para el herpes zóster. Algunos medicamentos antivirales (aciclovir, famciclovir, Valatsiclovir) pueden reducir los síntomas y el riesgo de complicaciones (neuralgia postherpética), pero el tratamiento debe iniciarse lo antes posible. Para reducir el dolor, el médico puede recetar remedios locales (anestésicos) y analgésicos (paracetamol, ibuprofeno).
Existe una vacuna Shingrix que previene el herpes zóster (no disponible en nuestro país), los estudios clínicos han demostrado que es un 97% eficaz en personas de 60 a 69 años y algo menos eficaz en personas mayores. Si una persona cae enferma, reducirá definitivamente la gravedad del curso de la enfermedad. También hay pruebas de que la vacuna puede reducir el riesgo de complicaciones: neuralgia postherpética.
Es importante no olvidarse de la prevención de la varicela: la vacuna contra la varicela se desarrolló hace mucho tiempo, es eficaz y segura.